Sufren en estos días los ciudadanos españoles una cascada de noticias en torno a la eficiencia energética que les llena de asombro, cuando no de preocupación. Ora parecen propias de una película de los hermanos Marx, ora de una cinta apocalíptica.
Así, a mi madre, septuagenaria y buena mujer donde las hubiere, me la tengo que imaginar entre un Mad Max travestido luchando a brazo partido por un litro de combustible en una carretera desolada y la anciana del jardín de la alegría quien cultivaba brotes verdes en su tranquila parcela.
Ya lo ven, la Administración que administra nuestra hacienda, bienes y personas ha decidido administrar nuestros miedos amén de las telarañas de nuestros bolsillos. No se rían porque la cosa va en serio. Y eso es lo peor, porque resulta que hablamos de un asunto muy serio que como ciudadanos de un país energéticamente deficiente deberíamos cuidar al máximo.
Primera idea: reducir a 110 km/h la velocidad máxima, incluso en las autopistas. No se crean que es errado el tiro. Energéticamente es un disparate ya que depende más del tipo de motor y su archa el que se pueda ahorrar realmente combustible reduciendo la velocidad. Ni qué decir tiene que el tiempo invertido se malgasta y baja la productividad general. Pero si de lo que queremos hablar es de generar alarma y preocupación en la población para concienciarla, es perfecto. Ya lo ven, una semana hablando de los 110 arriba y abajo siendo un tema transversal que lo mismo afecta al rico que al pobre, al de izquierdas que al de derechas.
Si a la idea de los 110 le sumamos otras relativas a cobrar peaje en el acceso a las ciudades o limitar la velocidad urbana a 30km/h podemos visualizar a muchos alcaldes frotándose las manos echando cuentas de cuánto van a poder recaudar a costa de la sostenibilidad y de nuestros riñones. Seamos sinceros, si todos decidiéramos dejar nuestros coches en casa no se preocupen, descubrirán que al caminar emitimos CO2 y nos multarán por respirar.
Un ejemplo de lo mucho que saben nuestros ediles sobre eficiencia energética es el anuncio que han realizado esta semana relativo a que pretenden cambiar todas las luminarias de los viales públicos a LEDs. ¿Acaso saben lo que dicen? ¿Cuántas luminarias hay que cambiar? ¿De qué cifras hablamos? Porque no es sólo un problema económico, que también, pues para poder retornar una inversión dentro de, pongamos en caso, 4 años hay que hacer una inversión mil millonaria con las arcas vacías. Sólo una financiación a gran escala con intereses elevados sobre el ahorro futuro podría afrontarlo, lo que dilataría el retorno y se esfuma el ahorro… ¿no será una forma ingeniosa de financiar ayuntamientos o entidades de crédito por una puerta falsa?
Pero volvamos al problema inicial, los LED diodos de emisión de luz, no se fabrican de cualquier forma. Ni de un día para otro. Hay que encargarlos bien a Japón o a los EE.UU. o, si uno está dispuesto a que le vendan gato por liebre, a China ¿cuál es la diferencia entre unos y otros? Pues que si uno dura 80.000 horas luciendo sin inmutarse, los otros pues pueden durar 40.000 o los que le den la gana porque son de calidad menor. Un encargo de tal magnitud en un periodo breve de tiempo derivará sí o sí a olvidarse de los controles de calidad necesarios y a la importación de los peores diodos del mercado. Quizás la visita de los mandatarios chinos hace poco a España tenga que ver con esto… (el Rey mago de Oriente nos trajo regalos pero se lleva los contratos).
Así que la Administración que primó las renovables por la puerta falsa de primarlas tanto que las convirtió en un problema financiero y tiene que recular, quiere meternos en el cinturón del ahorro energético. Eso sí, sin pretender reducir su déficit ni plantearse una política energética seria y racional.
Para que no digan que sólo se destruye en este comentario, algunas sugerencias que entiendo más viables:
– Revisar las densidades y los usos mixtos en los núcleos de población. Son infumables desarrollos urbanos que obligan a coger el coche hasta para comprar una barra de pan ¿coste de implantación? 0 €
– Permitir el autoconsumo de la energía alternativa que se produzca en los hogares. En vez de primar sobrecostes de renovables y llevando la energía de un lado a otro (desde la fuente de generación a la red y retorno), consumirla en su lugar de producción y cobrar solo el consumo extra. Coste de implantación 0€
– Cambiar las luminarias, pero no hacerlo de golpe que genere tensiones en el mercado de un producto escaso, hacerlo por renovación. Hay un problema añadido que es el de las reclamaciones de las empresas de mantenimiento y los stocks de bombillas y luminarias existentes ¿alguien ha calculado el coste del plan de tratamiento de residuos de todas las luminarias a la vez?
Bueno, otro día más. Mejor no se lo cuento a mi venerable madre.